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Los hombres de San José somos

  • Grupos de hombres cristianos católicos, que caminamos como discípulos de Jesús bajo el patrocinio de San José.
  • Buscamos que nuestros corazones sean porfundos y fecundos, para que en ellos germinen, arraiguen, crezcan, florezcan y fructifiquen las virtudes del Sagrado Corazón de Jesús, bajo el auxilio de San José. [Cf. CEC #1803 ss.]
  • Oramos y vivimos en medio del mundo y de los negocios temporales, llamados por Dios para que, fervientes en el espíritu cristiano, ejerzamos a ejemplo de San José, el apostolado en el mundo a manera de fermento.[1] Asumiendo nuestra obligación principal como seglares, en  el testimonio de Cristo, que debemos dar con la vida y con las palabras, en la familia, en nuestra parroquia, grupo social y en el ámbito de nuestra profesión.[2]
  • Realizamos nuestra misión específica en el mundo de tal modo que con nuestro testimonio y actividad contribuyamos a la transformación de las realidades y la creación de estructuras justas según el criterio del Evangelio. Además asumiendo el deber de hacer creíble la fe que profesamos mostrando autenticidad y coherencia en nuestra conducta. Estamos llamados a participar en la acción pastoral de la Iglesia, primero con el testimonio de nuestra vida y en segundo lugar con acciones en el campo de la evangelización, la vida litúrgica y otras formas de apostolado según las necesidades locales bajo la guía de nuestros pastores. Para cumplir con nuestra misión con responsabilidad personal estamos comprometidos a una sólida formación doctrinal, pastoral, espiritual y un adecuado acompañamiento para dar testimonio de Cristo Jesús y de los valores del Reino.[3]
·         De manera particular, aquellos que somos padres, participamos de la misión de santificación de la familia y procurando la educación cristiana de nuestros hijos, a imitación de San José.[4]


Aunque en nuestro entorno actual no somos víctimas de una persecución a muerte, como la que existió a inicios del siglo XX, como seglares del siglos XXI enfrentamos una persecución  menos abierta pero no por ello menos contundente, de un mundo que nos plantea sistemáticamente: la irrelevancia de la religión, que busca someternos al ridículo y a la exclusión. Este nuevo paganismo en el que vivimos, debe ser enfrentado por nuevos evangelizadores, a imitación de aquellos primeros cristianos que enfrentaron con coherencia, esfuerzo, valentía y amor el paganismo de los primeros siglos de la Iglesia.

Consideramos nuestro mayor riesgo: es ser “cristianos asintomáticos”, aquellos que se contentan con  tener «una fe católica reducida a bagaje, a elenco de normas o prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas, a adhesiones selectivas y parciales de las verdades de la fe, a una participación ocasional en algunos sacramentos, a la repetición de principios doctrinales, a moralismos blandos o crispados que no convierten la vida de los bautizados.[5]


Nuestra mayor amenaza: es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad. A todo nos toca recomenzar desde Cristo, reconociendo que no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento con una Persona que da un nuevo horizonte a la vida y con ello, una orientación decisiva.[6]
En nuestro grupo de hombres de San José  reforzaremos los siguientes aspectos[7]:

1.      La experiencia religiosa. Buscamos facilitar un encuentro personal con Cristo Jesús, una experiencia religiosa profunda e intensa, un anuncio kerigmático: «Por tu Cruz y Resurrección nos salvas ¡Viva Cristo Rey!»  y el testimonio personal de los evangelizadores que lleve a una conversión personal y a un cambio de vida.
2.      La vivencia comunitaria. Buscamos ser un grupo parroquial donde los hombres sean acogidos fraternalmente, se sientan valorados, visibles y eclesialmente incluidos. Que se sepan miembros de la parroquia y corresponsables en su desarrollo. Permitiendo un mayor compromiso y entrega en y por la Iglesia.

3.      Formación bíblico doctrinal. Facilitar el profundizar el conocimiento de la Palabra de Dios y los contenidos de la fe, es la única manera de madurar su experiencia religiosa, formación que no se experimenta como un conocimiento teórico-frío, sino como una herramienta fundamental y necesaria en el crecimiento espiritual, personal y comunitario.

4.      Compromiso misionero de toda la comunidad. Ella sale al encuentro de los alejados se interesa por su situación a fin de reencantarlos con la Iglesia e invitados a volver a ella.

Es preciso que nosotros los seglares, avancemos en la santidad, decididos y animosos por este camino, esforzándonos en superar las dificultades con prudencia y paciencia. Nada en nuestra vida debe ser ajeno a la orientación espiritual, ni las preocupaciones familiares, ni otros negocios temporales, según las palabras del Apóstol: "Todo cuanto hacéis de palabra o de obra, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por El" (Col., 3,17). [8]


[1] Cf  Decreto Apostolicam Actuositatem No.1
[2] Cf Decreto Ad Gentes No.21
[3]  Cf Documento final de la V Conferencia Episcopal de Latinoamerica y el Caribe 2007 en Aparecida No.210-213
[4] Cf CEC Catecismo de la Iglesia Católica 902
[5] Cf Documento final de la V Conferencia Episcopal de Latinoamerica y el Caribe 2007 en Aparecida No.12
[6] Cf Documento final de la V Conferencia Episcopal de Latinoamerica y el Caribe 2007 en Aparecida No.12
[7] Cf Documento final de la V Conferencia Episcopal de Latinoamerica y el Caribe 2007 en Aparecida No.226
[8] Decreto Apostolicam Actuositatem. Numeral. 18-XI-1965, Librería Editora Vaticana. No.4